dimecres, 7 de novembre del 2012

Capítulo 2


tengo que decir que este capítulo me ha costado un tanto escribir, ya que los principios a veces suelen ser un tanto difíciles, se que no supera en nada a mi pequeño relato de Amanda todd, pero creo que de todo lo que podía escribir, me siento orgullosa. hahaha Bss! 


Capítulo 2

Cuando me levanté era sobre las once de la mañana, había un poco de jaleo fuera, algo que me sabía raro ya que mi casa estaba siempre todo en silencio, la luz del sol me daba plenamente de cara, lo que me recordaba  a mi mundo. Me senté en la cama y estiré los brazos, al minuto una voz masculina sonó por la puerta, Daniel:
-¿Estás despierta? –dijo
-Sí –dije dejándome de estirar.
-¿Puedo pasar? –dijo Daniel
-Por supuesto –dije, poniéndome el pelo por detrás de las orejas. Cuando paso, iba con un vaso de cerámica blanca con una cuchara.
-Te he traído un cacaolat recién sacado del microondas, en cuanto te lo tomes, mi madre te prestará ropa y vamos al médico. –al acabar, se fue y al momento trajo unos tejanos un tanto desgastados, una camiseta purpura y una chaqueta blanca y se volvió a ir. Me tomé rápidamente la bebida que me había traído, me sabía a chocolate derretido, pero en vez de caliente estaba frío, y con una pizca de leche, estaba buenísimo, en cuanto acabé, me saqué el pijama y poco a poco me puse la ropa que me había entregado, se me era raro ir con pantalones, porqué yo siempre fui con vestidos que el solía decir “de fiesta”, cuando salí de la habitación me topé a Merche saliendo de una de las habitaciones, en cuanto salí sonreí tímidamente.
-Hola Sara, llevas unos pelos de loca, ven conmigo que te los peino –dijo, mientras me agarraba de la muñeca y me llevaba a una mini habitación con azulejos blancos, una bañera en el fondo, y en frente un pequeño espejo con un lavabo blanco y a lo lejos, un váter, sabía todo esto gracias a los libros, y no se por qué tenía una rara sensación de que ya sabia lo que era antes de pensar en cual libro lo vi. Merche recogió un artilugio de madera con púas y me lo empezó a pasar por el pelo, creo que se llamaba peine.
-Sara, encontré como un cuchillo entre los pliegues del vestido, ¿Por qué lo llevabas? –dijo, mientras seguía pasando el peine con un poco más de fuerza.
-siempre estoy sola, y cuando Salí de casa, sola y todo oscuro, con todos los peligros que hay, pues agarré esa daga, era de mi padre- dije mientras me miraba las uñas con curiosidad, ya que era lo único que podía ver, porque Merche había bajado mi cabeza para peinarme unos enredos.
-Vale, pero te tengo que avisar de que mi familia, es mi familia, y aunque me caigas bien, pondré por delante a mi familia, ¿la quiero demasiado vale? Sé que no vienes con malas intenciones, pero yo solo te lo aviso- y con eso último, acabó de peinarme. En cuanto salí, Axel estaba jugando otra vez con la game boy mirando emocionado como su “Pikachu” vencía un “Pokémon legendario”, Daniel a su lado, estaba con el teléfono hablando con alguien, se me era raro que hablara solo, y le pudieran escuchar desde lejos, me tenía que agenciar uno de esos. En cuanto me vio, se despidió, llamo a su padre, que estaba a su lado durmiendo y nos fuimos al vehículo con el cual vine el otro día. Los coches pasaban velozmente, no paraba ni uno, ni nosotros tampoco.
-¿Cuantos años tienes, Sara?- dijo Merche
-Tengo quince años –dije
-Anda, Daniel igual, los cumplió hace ya poco –dijo Frank, de reojo miré a Daniel, que estaba con los cascos puestos y mirando por la ventana, pero al escuchar su nombre, se saco un casco, se puso el pelo bien y dijo algo que debía de sonar como un “¿Qué?”, Merche hizo un movimiento de mano como “Da igual, sigue con lo tuyo”.
-¿Y de donde vienes? –dijo Frank, me puse de los nervios, ¿Qué le iba a decir? ¿Qué vengo de un lugar que ni conoce? Empecé a mirar los carteles de la autopista, en uno vi que ponía “Girona”.
-Vengo de un pueblo cerca de Girona –dije un poco de los nervios
-¿Y como se llama el pueblo?-dijo Merche
-No lo se, mi casa estaba un poco alejada del pueblo, aunque pertenecía allí, simplemente fui al pueblo con mi padre un par de veces, en cuanto desapareció no volví a contactar con el pueblo –dije.
-Bueno, hoy al ser domingo, puede que tardemos mucho –dijo Frank.
-¿Domingo? –dije extrañada
-Sí, hoy es domingo 23 de noviembre –dijo Frank, me quedé extrañada, mi mundo, al menos el mío, calculaba de forma muy diferente las semanas. Llegamos al hospital en poco, después de hablar con la recepcionista, una mujer un tanto borde, rubia y muy, pero que muy cansina, nos sentamos en una pequeña sala a esperar, no se el que, simplemente bueno… esperar… Al rato, una mujer vestida de blanco nos llamo, entramos en una sala aún más pequeña en la cual en la puerta ponía “Sala de reconocimiento”, dentro había una camilla, un ordenador, y unos cuantos aparatejos raros, muy raros. Frank empezó a relatar todo desde anoche, Daniel añadió un par de sucesos, y mientras contaban la historia más larga de la vida, la mujer de vez en cuando ponía algo en el ordenador, al final salimos diciendo que esperáramos, en la sala del fondo a que nos llamaran por el altavoz, con un “muchas gracias” de parte de Frank, nos reunimos en una sala mucho más grande que las demás, todo con ventanas que mostraban la entrada de urgencias, y la carretera, en la cual si pasabas el paso de peatones, podías ver todo “Sant joan Despí”, después de esperar unos quince minutos, y a ver pasado esos minutos jugando a las miradas con Daniel y Axel, me llamaron por el altavoz. Entramos en una sala, la enfermera me tomó la temperatura, la presión y no sé que más locuras, y al rato, llegó el médico, el cual me empezó a hacer preguntas, y de vez en cuando miraba algo.
-Creo que tendré que llamar a protección del menor, ya que hay que averiguar quien es su padre, o si tiene familiares, después de eso, la tendremos que llevar a una casa de acogida, lo más seguro- Mi cara palideció rápidamente, ¿Irme lejos?, creo que mi cara reflejó mi espanto, porque Daniel hizo una mueca.
-Pero, nosotros nos la podemos quedar, al menos una temporada,¿ sería posible, no? –dijo Merche.
-Bueno, podríais quedárosla al menos hasta que descubrieran algo sobre ella, o no, a partir de ahí seguramente habría que hablar con protección del menor, y la seguridad social, además de encontrar su casa y saber al menos como se apellida- dijo el médico. A las horas llegó protección del menor, tuvieron una larga y fluida conversación, de mientras, Daniel me cogió de la mano y de vez en cuando me la apretaba, para que supiera que estaba ahí, y que iba a hacer algo para que no tuviera que irme tan pronto. En cuanto salieron, una señora con un traje negro, un moño bastante alto y gafas me hizo pasar, me hizo preguntas sobre todo, cuantos años tenía cuando se fue mi padre, que vi en el pueblo las veces que vi, como era el bosque, como era mi casa… En cuanto acabó, recogió unos folios y los puso en una carpeta.
-Te dejo elegir, chica, ¿Quieres quedarte con la familia la cual te esta cuidando, o prefieres ir a una casa de acogida? –dijo, mientras se colocaba las gafas bien.
-Bueno…  Creo que en donde causaré menos problemas es con quien estoy, me siento cómoda y bueno, no se me da bien presentarme mucho, y más en un lugar que no conozco –dije, poniéndome roja como un tomate, la mujer me acarició la mano de forma amistosa.
-Tranquila, ya descubriremos que pasó, ahora estate tranquila, nosotros facilitaremos las cosas a tu familia de acogida. –después volví a salir y volvieron a entrar, a los diez minutos, estábamos todos montados en el coche, volviendo a casa, vi que en la zona cerca del edificio en el cual vivíamos, había mucha gente parada, todos con los ojos negros, salimos del coche, y Frank se fue a guardarlo, mientras Daniel y Axel corrían a la puerta, Merche me paró.
-No hemos comprado pan, ¿Te importaría ir con Daniel? –dijo, acepté, porque no. Daniel y yo nos acercamos a la panadería, Merche y Axel subían al edificio, Daniel entro y yo esperé fuera, estaba mirando cualquier cosa que se moviera, cuando una sombra en un callejón, a pleno día, se movió. Por instinto la seguí.
-¿Hola? –dije, mirando a todos lados. De repente un grupo de tres personas, con los ojos oscuros, se posaron en la única salida del callejón. Me empecé a asustar.
-Dejarme salir, por favor –dije, con un tono de miedo en mi voz, mi mente decía algo tipo “Perfecto Sara, eres capaz de cazar un jabalí, pero no eres capaz de pedirle a tres chavales que te dejen pasar, en serio, cada día me sorprendes más”. Iba a pasar en medio de dos personas –las que menos me atemorizaban- cuando algo me empujó hacía atrás y el del medio, una chica de pelo color miel, cara ovalada y ojos, como todos, oscuros, sonreía.
-Sara, guardiana, nos ordenan matarla, no puedes sobrevivir- dijo, un chaval que había a la izquierda, un tanto alto, de pelo rapado y tatuajes por las dos bandas del cuello, las cuales se movían. Empecé a asustarme de verdad, cuando una mujer, con una capa con capucha negra, saltaba desde uno de los balcones, hasta posarse delante de mío, mostrándome simplemente las espaldas. Saco una guadaña de debajo de su capa y la empezó a girar hasta que empezó a brillar como una estrella fugaz.
-Gahes, almas malvadas, insectos colados en vuestro corazón, no se os permite la entrada a esta categoría terrenal, os destierro a lo más profundo del infierno, para que no volváis –dijo la mujer, con voz fuerte y decidida, el pequeño grupo de tres personas, se les borró la sonrisa de la cara, sus ojos se abrieron de par en par, y la oscuridad que poblaba los ojos de esas tres personas, cambiaron de color, a su color original. En cuanto una nube vaporosa salió de la boca y se filtro por el cemento, cayeron al suelo con un golpe seco.
-Has tenido suerte de que estuviera yo, no tendrás suerte la próxima vez –dijo la mujer, se giró hacia mi, con su rostro ocultado por la oscuridad de la capucha, simplemente se le veía la barbilla, una cosa suave y delicada, y sus labios, de color rojo sangre, carnosos y muy marcados.
-¿Qué era eso? –dije extrañada
-Como guardiana que eres, tendrías que saberlo, ve a la biblioteca vieja de Bellvitge, y pregunta por el diario de Samanta Custos, -después de eso, metió la guadaña en la capa y saco una de esas fundas verdes de plástico, que solían tener las ancianas para guardar las agujas de hacer punto. –Y por favor, protégete, si alguna vez te encuentras en peligro, ábrelo, te será útil para poder librarte, las palabras que sean necesarias decir llegaran en su momento.
-Pero… espera. ¿Quién eres? –dije
-Soy una sombra de más, una guardiana entre la oscuridad, yo conozco a todos, nadie me conoce, algún día seguramente lo sabrás, pero no en este momento, quien es paciente, es sabio. – Con eso último desapareció entre las sombras y yo me quedé sola, y extrañada. Escuche la voz de Daniel llamándome, cuando al minuto apareció por la esquina.
-¿Qué haces aquí Sara? Volvamos a casa –mientras le seguía hacia casa, le pregunté
-¿Sabes donde esta la biblioteca vieja de Bellvitge?
-Sí, mi colegio esta cerca, ¿Por? –dijo Daniel cambiándose de mano el pan ya que estaba recién sacado del horno.
-Creo que puede que haya alguna pista sobre mi madre allí- dije, con una sonrisa entre dientes, y la funda verde, en mi bolsillo.

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